El temor puede ser vencido

“Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones. Por tanto, no temeremos, aunque la tierra sea removida, y se traspasen los montes al corazón del mar; aunque bramen y se turben sus aguas, y tiemblen los montes a causa de su braveza” (Salmo 46:1-3).

Uno de los mensajes más consoladores que se dan a los hijos de Dios en las Escrituras es la bella promesa de que el temor puede ser vencido a base de fe y confianza plena en el Señor.

En la Palabra de Dios se enfatiza repetidas veces la necesidad de valor para su servicio. En un momento trascendental de la vida de Abraham, Dios le hablo y le dijo: “No temas” (Génesis 15:1). Cuando Josué estaba a punto de enfrentarse a una batalla decisiva en la conquista de Canaán, Dios le dijo: “No temas” (Josué 8:1). Cuando Dios quería garantizarle al pueblo de Israel que El cumpliría cada una de las promesas que había hecho concerniente a ellos, les dijo: “No teman” (Isaías 41:10; 43:1).

Cuando el apóstol Pablo se encontraba en una embarcación en el mar Mediterráneo a punto de naufragar, a causa de una terrible tormenta, un ángel de Dios se paró frente a él y le dijo: “No temas” (Hechos 27:24). Cuando el anciano apóstol Juan cayo como muerto a los pies de “uno semejante al Hijo del Hombre” en la isla de Patmos, una mano poderosa y tierna lo toco y le dijo: “No temas” (Apocalipsis 1:17).

Yo quiero que nosotros, los cristianos, comprendamos que Jesús puede hacer alto a cualquier ola de temor que quiera apoderarse de nuestras vidas. Antes quisiéramos aclarar que hay una enorme diferencia entre el temor de Dios, que es el principio de toda sabiduría (Proverbios1:7; 9:10) y el temor que conduce a la esclavitud del alma (Romanos 8:15). El temor reverencial delante del Señor puede conducirnos a la libertad; mientras que los demás temores de la vida nos llevan a la esclavitud y la miseria.

El temor de Dios es un incentivo para que nos ocupemos de nuestra salvación, evadiendo todo lo malo y desagradable para el Señor. Los temores y ansiedades que surgen a causa de las circunstancias de la vida deben ser sometidos a Dios. Debemos escuchar por fe sus consoladoras palabras: “¡Tened animo; Yo soy, no temáis!”

¡Dios te bendiga!

Dr. Alfonso Díaz

Ministerio Creando Conciencia